Hace muchos años en tierras de Ashanti, vivía un rey que se llamaba Akanaba (Agayú), quien tenía varias mujeres e hijos, pero entre ellos había un joven de nombre Aban, al que le gustaba viajar y se la pasaba en el bosque.
Cierto día mientras Aban paseaba por el bosque, un guerrero de su padre lo mató por equivocación. Este soldado se llamaba Aliyo, quien era oluwo en tierra mina. Aliyo se hizo así mismo una adivinación y vio este oddun de Ifá. La recomendación fue meter en cuerpo sin vida del príncipe en un saco y llevarlo hasta la puerta del harén del rey, colgarlo allí y rociar la puerta con miel. Así lo ejecutó el soldado y se fue.
Akanaba escuchó los pasos de Aliyo, pero como era de noche, no fue capaz de verlo, solo pudo observar la silueta de un hombre. Entonces cogió su azagaya, la lanzó fuertemente sobre el bulto y dijo: « ¿Quién se atreve a entrar por la noche a la casa de las mujeres de un rey tan grande como yo?»
Con el golpe tan fuerte, el bulto se desplomó atravesado por la lanza potente del rey en la puerta. A la siguiente mañana, el mismo rey en persona bajó para ver quién había tenido el valor de ir hasta la puerta de su harén y vio con espanto que era su hijo Aban. Con dolor y desconsuelo, Akanaba se lamentó: « ¡Infeliz de mí. He matado a mi hijo favorito!» Inmediatamente se corrió la noticia por todo el reino. Las personas repetían: « ¡Akanaba ha matado a su hijo Aban. Ya nadie está seguro de su vida!»
En esa ciudad también había un muchacho de nombre Afelu (Elegbara) que le dijo al rey: «Akanaba escucha, no has sido tú el que ha matado a tu hijo, otro lo ha matado, y lo probaré, pero antes tienes que meter tus armas en el río durante nueve días para purificarlas. Cuando las saquen te diré cómo encontrar al asesino de tu hijo».
El rey lo hizo así y Afelu tomó una navaja, le echó iyerosun o iyefá (polvo fino para la adivinación), la conjuró y la tiró al aire. Entonces la navaja voló hasta el palacio de Akanaba. Una vez allí les rasuró la parte izquierda de la cabeza a todos los hijos varones del rey. Todos fueron al salón y Alefu dijo al rey que quien tuviera la mitad de la cabeza rapada, era el asesino de su hijo.
Akanaba se llevó tremenda sorpresa cuando ordenó retirarle los gorros a todos los que estaban en el salón. Cada uno de sus hijos tenía la mitad de la cabeza rasurada. Incluso el propio rey también tenía la parte izquierda de su lerí afeitada. Luego Alefu echó de nuevo iyerosun a la navaja y la conjuró por la noche, la tiró al aire y en esta ocasión voló a hasta Aliyo, y le rapó la mitad derecha de su lerí. Él cogió la navaja, le puso iyerosun y la tiró al aire también. La cuchilla voló hasta el palacio del rey y le rapó la cabeza a este y a todos sus hijos. Al tercer día, se congregaron todos y Alefu ordenó que todos se quitaran los gorros. Fue grande la sorpresa al ver que tenía las cabezas completamente afeitadas.
Entonces Akanaba dijo: «No hagas más pruebas, ahora yo estoy seguro de que no maté a mi hijo cuando lancé la azagaya. Ya estaba muerto. Si continuas haciendo estas pruebas acabaremos con todos. Por eso mi orden es que desde este día, al consagrase los reyes de mi casa, el primer día se afeite la mitad izquierda y al tercer día se afeite la mitad derecha y así se coronen».
Aquí surge la tradición de afeitarle la lerí a quienes se les hace Aggayú directo. Se rasura la mitad izquierda el primer día y al tercero (cuando se vaya a hacer Itá) la otra mitad, es decir, la derecha. Esta última acción la realiza el babalo, en especial en las casas de origen arará, pues el Itá lo hacen los oluwos.