El dueño de las corrientes del río, Aggayú Solá, era un gigante fuerte, poderoso y temible. Siempre y cuando se le pagara, ayudaba a atravesar el río. Un día Yemayá (aunque algunos dicen que fue Oshún) necesitó la ayuda de Aggayú, pero como no tenía cómo pagarle y aplacar su ira, ella se acostó con él. Así nació Changó. Sin embargo, no sabía de la existencia de este hijo.

El tiempo transcurrió y una vez Changó se coló en el hogar de Aggayú en ausencia de este. Sin ningún tipo de temor por lo que podría sucederle, Changó se comió toda la comida que Aggayú tenía en la casa y se echó a dormir en su estera.

Cuando Aggayú regresó del campo, vio lo que había hecho Changó. Se enfureció, lo agarró y lo echó al fuego, pero al ver que no ardía, lo llevó a la orilla del mar para ahogarlo. Entonces apareció Yemayá y le reveló que Changó era su hijo. Desde ese momento, los dos, Changó y Aggayú, se llevan bien.