Algunos lo consideran el hermano mayor de Changó, mientras que para otros es su padre y el de Orungán. Esta última es la idea más corriente. También se ha dicho que es el amante de Oshanlá y Yembó (caminos de Obatalá).

Aggayú es la deidad del desierto y la tierra seca. Es además el dueño de la corriente del río y de las fuerzas interiores de la tierra; es decir, del fuego y de la lava volcánica que emerge, así como de los terremotos. Es todo energía y por lo tanto, tiene un carácter beligerante y aterrador. Sin embargo, su refugio está en la palma a la que acude en caso de peligro.

A pesar de su temperamento, es amigo de los infantes a los que suele cargar en sus hombros para llevarlos a pasear. Su caminar es de pasos alargados y con las piernas lo más alto posible.

El estallido del volcán nos recuerda su naturaleza y energía. No obstante, la lava expulsada al exterior tiene igualmente una misión: volver a fertilizar la tierra. Así se regenera la tierra azotada. Esta dualidad produce vida, renovación de plantas y minerales.

Por este motivo se dice que Aggayú reside en el centro mismo de la tierra, en su núcleo, y que cuando llega en un volcán o terremoto, viene a cambiar, a transformar lo que las personas han hecho con la tierra. Se le representa como un hombre titánico, gigantesco y es el bastón de Obatalá.

Aggayú camina a zancadas y con pie pesado. Lo hace así para cruzar por encima de los obstáculos. Lleva un bastón para sortearlos y porta un hacha de filo doble. Baila de igual manera y es un guerrero silencioso, pero cuando se enfada, reacciona con mucha fuerza, como los volcanes y terremotos que mueven a la tierra.

Aggayú tiene como madre a Oroína. Ella es parte de la energía de fundamento, que nace directamente de Olorun. Se le representa en la roca fluida del volcán, en la energía del núcleo del planeta. Está donde se generan los terremotos y su poder crea las cordilleras, colinas y montañas. Se recibe con Aggayú y no va a la cabeza de nadie. Representa simultáneamente ira y amor, sabiduría intuitiva y fuego que purifica. Más adelante se explica cómo es este proceso.

Aggayú es también la dulzura de la caña de azúcar que está en todos los orishas y a la vez, el calor que nace dentro de ellos. Sus sacerdotes lo reciben en un fuente de madera o barro, decorado con nueve colores (otros dicen que siete) y en esta deben permanecer sus misterios. Dicha sopera se mantiene descubierta de la misma manera que se tapa un volcán. Sin embargo, se debe cubrir con una tela de muchos colores para ocultar los secretos del orisha.

Así como Aggayú representa la fuerza interior de la tierra, también se vincula  con la energía que cada uno llevamos dentro y que nace de lo más profundo de nuestra alma. De igual manera, protege el movimiento de las tierras, que la cambia desde sus profundidades. Cuando esto ocurre es porque no se siente bien o está preparando espacio para hacer algún cambio. Se dice que cuando la tierra tiembla es porque Aggayú y Yemayá quieren cambiar su superficie.

Aggayú también se presenta en las riberas de los ríos. Él es quien mueve a los seres humanos por las corrientes de agua. Es nuestro barquero. Esto sucedió porque él aprendió a aquietar las aguas del río gracias a una relación que tuvo con Oshún.

Los días de Aggayú son los miércoles y todos los 16. En el diloggún habla en Osá Melli (99). Los colores son rojo oscuro, cacao y blanco, y toma además los nueve colores de Oyá, menos el negro, porque se dice que hizo un cambio con ella en agradecimiento por un favor. Ella le entregó su falda de varios colores. Su número es el 9 y sus múltiplos.

Los atributos de Aggayú son un hacha de filo doble blanca y roja (oché), adornada con lentejuelas o cuentas azules, amarillas y rojas. Porta además dos tarros de buey (oggué) y 16 mates. Cuando es de fundamento se le suman las herramientas de Changó. Para otros, entre los atributos de Aggayú también deben estar nueve herramientas de combate, nueve mates, una cometa, un bastón o vara y una mano de caracoles.

El eleke oricha de Aggayú suele ser diverso en su confección, pero los colores son semejantes. Para algunos, las cuentas debe alternarse en colores cacao, azul turquesa, verde y amarillos. Sin embargo, en la capital cubana (La Habana) se ordenan las cuentas de esta manera: cacao, matipó, perla, azul turquesa, una roja en ocasiones, y una amarilla o verde.

En otros sitios las cuentas cacao se alternan con matipó y se insertan cada nueve, una roja, azul turquesa, verde y amarilla. Asimismo, una cuenta blanca grande y a continuación nueve rojas y ocho amarillas. Este orden se repite varias veces.

Sobre la ropa existe más consenso. Aggayú viste pantalón y chaqueta de rojo oscuro, y en la cintura se ata un bandé con tiras o pañuelos de muchos colores.

En relación con las comidas favoritas de este orisha, se debe decir que se le ofrendan frutas de todo tipo, kimbombó, berenjena, melado de caña, barra (palanqueta) de maíz tostado, pitahaya (pitajaya), alpiste y nueve galletas untadas con manteca de corojo. Se le ofrecen palomas, chivos, jicoteas, gallinas de guinea y gallos.

Los ewe (monte, hierba) de Aggayú son el marpacífico, la zarzaparrilla, el platanillo de Cuba, el bledo punzó, el moco de pavo, la varía, la atiponlá, el paraíso, el curujey, el jobo y el álamo.

Aggayú no se pone en la cabeza de nadie, pero se puede hacer Changó con oró para Aggayú, y también Oshún con oró para Agayú. A pesar de esta característica, en algunas casas de origen arará se ubica a la cabeza. Cuando esto sucede, su otá principal (piedra de fundamento) debe tener forma piramidal y debe de atarse por nueve días debajo del río.

Para coronar de este orisha, primero se deben recibir a los Guerreros y luego, durante la coronación, a Elegguá, Oggun, Obatalá, Oke, Yemayá, Changó, Ogué, Oshún y Aggayú.

Algunos informantes sostienen que Aggayú tiene estos caminos: Aggayú Kinigua, Aggayú Larí, Aggayú Babadina y Aggayú Aggarí. Sin embargo, otros dicen que él es único en la naturaleza y que por consiguiente, no tiene caminos o avatares. Se le saluda así: ¡Aggayú Solá Kinigua oggé ibbá eloní! Mientras que se le puede rezar de la siguiente forma:

Agayú Solá kí-ní-bá kí-ní-bá

oguna Ayaroro kinibaco amé

miniyo. Obatalá ayuba gudagua. Agó.

 

O se puede utilizar este otro rezo:

Agayú Solá kinibá cholu

siba eloni. Agó.

 

Los hijos de Aggayú son aparentemente tranquilos, pero la verdad es que nunca se llega a conocerlos, porque conservan para sí su identidad. Son coléricos, irascibles y violentos, pero les gusta colaborar. Son fuertes físicamente, pero muy sensibles ante la fragilidad de cualquier persona. Son amigos de niños y niñas, y también pueden ser botín fácil para mujeres aparentemente débiles.