Aggayú era muy alto, casi un gigante. Era también fornido y causaba temor y admiración entre todos. Un día se aproximó al borde de un río e intentó cruzarlo él solo, sin importarle la corriente.

Cuando metió sus pies enormes en el agua, Oshún, la reina de aquel lugar, golpeó sus tobillos con fuerza e hizo que rodara por entre las piedras del fondo.

Aggayú fue objeto de burlas y la risa de todos, lo que lo mantuvo pensativo por muchos días. Fue así que no pudo soportar más el rencor y sacó de raíz un árbol inmenso. Con este en los brazos, se abalanzó hacia el río. Oshún, que estaba en su remanso, se asustó tanto que le permitió cruzar. Superado el resentimiento entre ellos, desde aquel momento los dos son amigos inseparables.